UN TEXTO PARA SEGUIR CREYENDO EN LA UTOPÍA
En infinitas ocasiones, cuando hablo con amigos y conocidos sobre la solidaridad y la justicia, siempre sale a relucir las preguntas de si merece la pena, si sirve para algo o qué conseguimos. No deja de ser curioso ver como hemos pasado de intentar moralizar la economía a economizar la propia ética: nos planteamos los valores en términos de beneficios y resultados.
Ante estas preguntas siempre saco a relucir este texto de autor desconocido:
Era una playa amplia y poco visitada. Kilómetros de arena y soledad. Al subir la marea las olas llegaban cargadas de espuma y arrastraban docenas de estrellas de mar. El sol en la mañana y la luna en la noche hacían brillar a las pobres estrellas varadas en la arena. Un hombre caminaba todos los días por la playa y contemplaba con tristeza la escena. Ese día vio también un niño que iba recogiendo estrellas y las devolvía al océano:
- ¿Por qué haces eso?
- Ha bajado la marea, el sol brilla con fuerza, si estas estrellas se quedan ahí, se secarán y morirán.
- Hay miles de kilómetros de playa repartidos por todo el mundo. Hay cientos de miles de estrellas por todas esas playas. Y tú, aquí, te dedicas a devolver al océano unas pocas. No creo que eso influya mucho. ¿Qué importancia puede tener?
El niño miró al hombre, recogió otra estrella y la arrojó al agua y le dijo:
- Para ésta, sí tiene importancia.
Al día siguiente, el hombre y el niño, juntos, se pusieron a devolver estrellas al océano. El sol seguía calentando en el cielo azul, el mar rompía en la playa llenando con su sonido la soledad y algunas estrellas volvieron a encontrarse con la vida.
Creo que aquí radica la importancia de la solidaridad: en las personas, sean quien sean y vengan de donde venga. Cuando somos capaces de querer y amar a los demás sin preguntar de dónde viene, qué has hecho, qué piensas etc. estamos construyendo los cimientos de la solidaridad, porque la solidaridad es universal o no es solidaridad. Porque la solidaridad no entiende de pasaportes, credos religiosos o políticos, sólo entiende de establecer puentes de encuentro y fraternidad.
Si es verdad que estamos en un mundo donde el principio de enriquecerse se ha convertido en un objetivo de vida y ante la vida: todo vale a la hora de ser competitivos, conseguir el triunfo que se traduce en dinero, poder, lujo, consumo –el último modelo de coche, de móvil….- todo lo analizamos desde el esquema coste-beneficio, en cierto sentido, todo los ámbitos y aspectos de la vida lo hemos convertido en mercancía y por tanto en negocio. Y, es este mundo el que no nos gusta porque decimos que hay que compartir y enseñamos a ser codiciosos y ambiciosos, decimos que hay que vivir con alegría y esperanza y obligamos a vivir con tristeza y miedo, decimos que hay trabajar por la paz, la justicia y la libertad y enseñamos a implantar la violencia, la injusticia y el dominio ¿Cuántas guerras hemos hecho en nombre de la paz? ¿Cuántas nuevas esclavitudes y opresiones hemos establecido en nombre de la liberación del pueblo? El camino de la paz es la propia paz, el camino de la justicia y la solidaridad es la propia justicia…
Por todo esto hay una propuesta desde la solidaridad: Transformarse para transformar nuestro mundo. Queremos otra forma de sentir, de pensar, de ser, de hacer, en definitiva, otra manera de vivir. Hay que poner todas las energías en crear corazones que busquen el bien común, que es el bien de todos y cada uno de nosotros sin dejar a nadie en la cuneta, corazones que crean en la paz y la justicia social, en el respeto y el cariño a los demás, sin excepciones.
El camino de la solidaridad no es fácil, pero
A pesar que es una tarea inmensa seguimos luchando.
A pesar de que en ocasiones flaquean las fuerzas seguimos luchando.
A pesar por el desgaste del paso del tiempo y las decepciones seguimos luchando.
A pesar del desánimo y la tentación de abandonar seguimos luchando.
A pesar de la seducción que supone la búsqueda de una vida cómoda, confortable, sin complicaciones seguimos luchando.
A pesar de nuestras incoherencias y contradicciones seguimos luchando.
A pesar de nuestras deslealtades hacia la utopía seguimos luchando.
Y seguimos luchando porque tenemos una esperanza: Contribuir con la justicia a levantar la dignidad humana, despertando nuestras inquietudes y anhelos por un mundo más humano y humanizante, una humanidad de todos, para todos y con todos los seres humanos en comunión con el medio ambiente.
Y cuando llegue nuestro último suspiro podamos decir que hemos elegido el camino por trabajar por una humanidad donde la división y el enfrentamiento queden superados, que podamos sentir que hemos aportado nuestro pequeño grano de arena por construir una humanidad que se pueda definir como una escuela para la ternura, la igualdad, la convivencia y la paz. En definitiva, que hemos luchado por aliviar el sufrimiento de tantas personas, pueblos y naciones, dando lo mejor de nosotros mismos.
Gracias a todos y seguimos trabajando por otro mundo más justo y humano.
Joaquín Sánchez
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